Videojuegos y redes sociales, una simbiosis perfecta

Escrito por  Redacción Jueves, 07 Marzo 2019 Artículos
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El sector del entretenimiento ha promovido indirectamente nuevas formas de comunicación

Por mucho que no cuente con una notoriedad social, al igual que otras expresiones artísticas, y ni tan siquiera a veces sea considerado como tal, el sector de los videojuegos ha trascendido los propios soportes físicos y digitales de sus plataformas, para retroalimentar y formar su propio caudal comunicativo en las redes sociales. Como cualquier arte plástica, el mundo del entretenimiento gracias a su permeabilidad con las nuevas tecnologías, ha sido capaz de desarrollar sus propios mecanismos, o más bien se ha servido de las nuevas plataformas para conseguir una presencia permanente en los medios. La industria del entretenimiento no es ni mucho ajena a cualquier avance, sino que además promueve la creación o asentamiento de los mismos, bajo el prisma constante de encontrar nuevos nichos de mercado y nuevas formas de llegar a su público.

No se trata de un entorno unidireccional como suele ser habitual en los medios de comunicación de más rancio abolengo, sino que el cauce suele ser mucho más directo, con gran inmediatez y permite la conexión casi instantánea entre usuarios, compañías, desarrolladores, etc., existiendo, por tanto, una comunidad informativa muy implicada en el día a día. Se trata de un arma de doble filo para las editoras, ya que los usuarios siempre son muy exigentes con las que consideran sus propias licencias y, en contadas ocasiones, aceptan que estas evolucionen hacia gustos más actuales sin que preserve lo que para ellos son los rasgos más representativos de su identidad.

En Youtube los gamers han encontrado una plataforma ideal para la comunicación y la divulgación de los videojuegos. Mal que les pese a muchos, los youtubuers, influencers o talentos, tal y como sus propias agencias de representación comienzan a catalogar a sus afiliados, se han convertido en pasquines de los nuevos lanzamientos, no sin llevarse a cambio en muchos de los casos su pequeña mordida por jugar durante un tiempo determinado a un título en cuestión. Los inicios en esta plataforma se sustentaban en ofrecer guías audiovisuales para solventar los apartados más enrevesados de un determinado juego; pasó más tarde a ofrecer muestras graciosas de bugs de los juegos para luego ir evolucionando en el tratamiento hasta convertirse en pequeñas cadenas audiovisuales de contenidos. En la actualidad, a tenor de los cambios de políticas del medio, muchos de sus usuarios están haciendo las maletas a Twitch, donde actualmente cuenta con mayor libertad para monetizar sus intervenciones.

 

 

Por su parte Twitter aporta también un caudal importante de información y mantiene los paradigmas de los usos y maneras que las nuevas tecnologías aplican en la actualidad. Las compañías tienen un cauce perfecto para conocer de primera mano hasta qué punto llega el interés de los usuarios en un determinado videojuego, pueden recabar y llegar a congregar a las comunidades para que aporten su granito de arena de cara al estreno del producto o simplemente ofreciendo su ayuda para replicar con otros usuarios los nuevos materiales, ya sean fotos o vídeos, que se están divulgando. En la vertiente negativa, tal y como ocurre en el resto de ámbitos de la sociedad, los gorjeos del pajarito azul adquieren el habitual tinte amenazante, zafio, burdo y malencarado al que por desgracia tan acostumbrados estamos hoy en día y que, además, sirve para llenar horas de televisión. Fuera de los videojuegos y permitiéndonos un pequeño inciso para calibrar la relevancia de esta red de microblogging, los políticos suelen utilizar lo que denominan globos sonda, para calibrar el interés o no de sus votantes sobre determinado tema en cuestión, mensajes que además los propios medios tradicionales acogen como declaraciones de facto y en otras ocasiones, como en el caso del presidente de los Estados Unidos, son más conocidas sus salidas de tono en Twitter que hasta sus propios discursos.

En cuanto a Instagram en el ámbito de los videojuegos pudiera bien considerarse como un gran escaparate de oportunidades, donde el propio producto comparte protagonismo con el influencer. En un formato en el que priman las imágenes o los vídeos cortos (stories), no hay lugar para grandes parrafadas, más allá de una fotografía donde los interesados hacen referencia a que les ha llegado este o aquel producto, o simplemente muestran un material exclusivo que han recibido de esta o aquella compañía. El ámbito más voyeur de esta red social hace que sea la que mayor crecimiento está experimentando entre los usuarios que siguen de cerca la actualidad del sector del entretenimiento y más en particular de los videojuegos.

 

 

Facebook ha perdido un tanto la batalla como fuente principal de información. La primera red, y que, a modo de sinécdoque, homogeneizaría el epíteto social para referirse a todos estos nuevos cauces informativos, ha perdido relevancia en el ámbito de los videojuegos. Aunque son muy pocos en el mundo que no cuentan con un perfil en FB, en cuanto al tema que aquí tratamos la relevancia decrece en tanto y en cuanto ha pasado a ser un mero espejo de los contenidos que se han publicado a través de otros canales, nada que ver como fuente específica de mensajes únicos y originales. Algunos Youtubers han optado por pasarse temporalmente a realizar emisiones de vídeo en vivo a través de la herramienta de Mark Zuckerberg, a tenor de las diferentes restricciones de monetización en su canal original, pero no se han extendido lo suficiente como para considerarlo una amenaza, al menos en esta vertiente más multimedia.

Sea como fuere el uso que de las redes sociales se haga depende única y exclusivamente del propio usuario. En el habitual maremágnum informativo en el que vivimos las redes sociales suponen un soplo de aire fresco, con sus pros y sus contras, pero siempre con la posibilidad de encontrar lo que uno busca, en el momento que lo busca y, sobre todo, con la opción de contactar al momento con personas afines a nuestros gustos. Así que parafraseando una famosa película de Sydney Pollack, ¡comunicad, comunicad, malditos!

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